Es de niños hacer
tonterías. Esconderle el bastón a la abuela o corretear entre varios al gordito
de la cuadra hasta que ruede y se raspe las rodillas son actos de los que
nuestra consciencia –cuando la tenemos– puede pedirnos cuentas. Escribir una
canción, tocarla, hacerla pública y emblemática para después arrepentirnos de ella
es algo bastante diferente.
Si la canción dijo
“tendré que obsequiarte un par de balazos pa’ que te duela” eso quedó dicho
para siempre, porque no sólo hay un álbum sino una memoria colectiva que se ha
apropiado esas palabras. Y qué mejor si el tono paródico con que fueron dichas,
si la polkización del rasgueo norteño, que también parodia, se conservan. Es
ingrato arrepentirse de lo que tan gratamente nos ha pagado en fans y regalías,
pero más ingrato es no dimensionar con justeza nuestros actos.
“Éramos bien jóvenes cuando se compuso y no
estábamos sensibilizados con esa problemática como ahora todos sí lo estamos”. –afirma el vocalista. El tecladista, por otra parte, reconoce
su sentido humorístico: “La inspiración tiene que ver con los corridos
norteños, cuyas letras muchas veces narran historias que no tienen sentido del
humor. Si genera una lectura
incorrecta es algo que está más allá de la intención que tenía en su momento”.
Si la canción apuntó alguna vez contra el machismo y la violencia de la música
norteña, el acierto estaba ahí. Hay –o había desde aquel entonces– que hacer
notar esa música de machos despechados y violentos, levantarse contra esos
ritmos monótonos de rancho y usar el rock, un rock original, mexicanísimo, como
una herramienta de crítica hacia un sector de nuestra propia cultura. Café Tacvba
siempre lo ha sabido hacer muy bien. Por eso me sorprendió saber que la “sensibilización”
viniera de la mano con la autocensura.
Además, seamos sinceros, cada que hacíamos sonar la
Ingrata, ¿quién escuchaba la letra? Todos nos la sabemos, desde luego, pero
cuando las canciones son así de perfectas la letra y la música son indisolubles:
la coreamos mientras damos zapatazos y nos enganchamos por los codos. La
canción ya es nuestra, Rubén, lo sentimos.
¡Qué bien que la sensibilidad hacia lo social nos
lleve sobre nuestros propios pasos! ¿Pero no teníamos claro que temas como
éstos eran nuestra principal herramienta de combate? ¿No sabíamos que al tocar “La
Ingrata” hacíamos ver ridículos a tantos botudos empistolados golpeadores de
mujeres? Parte de la riqueza del arte está en su polisemia y es natural que sus
lecturas cambien. ¿Es tan tonto el público que mejor hay que ocultarle las
realidades? En los corridos del Norte se siguen matando tantos hombres y mujeres
como en la realidad, y en vez de parodia hay exaltación; la épica de Bandamax
promueve modelos de conducta que, por desgracia, llegan a más personas que el
tema más emblemático de Café Tacvba. Las televisoras y los Komanders como sin
nada.
Cuando el gobierno de Sinaloa prohibió los narco-corridos
después de la balacera fue como si la Sociedad de Padres de Familia de una
escuela católica se hubiera reunido a proteger a sus muchachitos de las malas
palabras de los niños de la escuela de gobierno de enfrente. No sé cuántas
balaceras se hayan evitado en Sinaloa desde la prohibición, pero la medida no
pierde sus aires de Franquismo o de policía argentina de Moralidad en tiempos
de Onganía. ¿Por qué había de hacer lo mismo un grupo de artistas conscientes
y, peor aún, en detrimento de sus propias obras?
Repaso los comentarios en las redes sociales: cuánta
gente aplaude la decisión, cuánta gente de supuesta izquierda, además. Después
de haber escrito contra el término chairo,
que tanto me irrita, me pongo a pensar en lo fáciles que somos de convencer con
cualquier discurso que huela a eso que creemos ser nuestras convicciones. ¿No
le pensamos un momentito? ¿Alguno de los que aplaudió repasó la letra y pensó
un poco en la lectura que podía dársele a la canción, en su vigencia? ¿Es tan
ingrata la vida que no podemos divertirnos con una parodia y tenemos que
ponernos solemnes? ¿De verdad es mejor el silencio?
Un par de balazos ha obsequiado la “corrección política”
a la fuerza creativa de los jóvenes que deciden dejan de serlo para no correr
el riesgo de los malos entendidos.
Demasiada sobrecorrección, demasiados golpes de pecho.
ResponderEliminarNo se debería juzgar el arte con los valores de otros tiempos.
Y eso de autocensurarse, como creador, nunca es bueno.
En la historia, cuántos novelistas no se han arrepentido de alguna de sus obras o han intentado desaparecerlas. Desafortunadamente -para ellos-, como dices, ya no son sus obras, así que la autocensura -en este caso- es un esfuerzo inútil al tratar de hacer coherente el pasado con el presente, lo que hemos sido, con lo que somos ahora. Un absurdo: sólo se es joven una vez, del error -si es que lo hay-, del riesgo, de la experimentación, de vivir se aprende.Nadie se baña dos veces en el mismo río, para qué querer secar un río que ya sólo existe en la memoria. Lo que un día fue no será, dice el príncipe de la canción, y detalles de la vida, como tú mismo muy bien señalas Patidifuso, al ser una obra artística ésta pasa el subconsciente de toda una generación; y el arte siempre encuentra la manera de evitar la censura. No creo que se arrepientan por haber escrito la canción, simplemente quieren poner su granito de arena -sin saber cómo realmente- para ayudar en la lucha contra los feminicidios. Y lo mas fácil es la negación tangible -más de puertas afuera que hacia dentro, para que la sociedad, las buenas consciencias la vean-, de una canción. Ya me alargué, me gustó tu entrada, por eso el comentario tan entrada que te dejo. Abrazos.
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