viernes, 1 de febrero de 2013

Bulear al buleador, por bulero




Las nuevas bulas papales obligan eximen a los alumnos de hacer sus tareas y como la escuela me hacen bulean obligándome a cumplir con ellas y con ciertas reflexiones de actualidad, me siento a escribir sobre este tema que pone en peligro los fundamentos de nuestra sociedad aborregada. No quiero ser demasiado buleador así que trataré de ser breve.
Antes de convertirse en el campeón de las problemáticas sociales y en una de las cuestiones más importantes de nuestros tiempos el bullying no era nada, no existía. Darle un sape al compañero de banca era un tan sólo un sape y cosa quedaba ahí; ponerle el pie a tu cuate o al idiota que te caía mal, no era más que eso. Si el idiota se tropezaba y llegaba rodando al escritorio del profesor y todos se reían de él y además lo reprobaban por causar desorden ya no era tu culpa, ¿quién lo manda a no estar al tiro?
Un día se reunió en sesión plenaria la Sociedad de Madres Sobreprotectoras  por el Bien de México AC, cuya presidenta, actualizada y muy versada en las problemáticas escolares, con diplomados en Norteamérica y toda la cosa, importó la palabra. Pronto se descubrió que el bullying subyacía en todos los problemas sociales, era el origen de todos los males porque se daba en la etapa frágil donde la matita asoma de la tierra, donde todo es tierno y marca para siempre, el bullying creaba criminales, hombres atormentados, psicópatas.
La mata creció demasiado y dio más de sí. La palabra tenía encanto y sonaba bien a la gente: alguien que dice “bullying” o “bulin” en su versión popularizada da muestras de estar al día, de preocuparse por los males que aquejan a la juventud y a la sociedad, de saber inglés; era estar a la moda. Las televisoras no tardaron en poner el vocablo en boca de sus animadoras, sus directoras de programas para esa gente que no tiene nada que hacer, el bullying encontró huésped en víctimas nuevas: los maridos buleaban a las mujeres, las novias a los novios, los jefes a los empleados, los compañeros de trabajo a sus colegas, los hermanos a las hermanas…
Sospecho que la culpa es de la palabra: si ella no hubiera venido al mundo, éste sería tan armonioso como solía. Bien decía don Palabras que las cosas nacen cada vez que una las nombra. La presidenta de la Sociedad de Madres Sobreprotectoras debe ser responsabilizada por este hecho atroz, por haber abierto esa caja de Pandora que de pronto irrigó su enfermedad en nuestra sociedad, que está necesitada de una solución: veo propaganda de alto al bullying por toda la ciudad, consultas con especialistas en entrevistas radiofónicas y televisivas, es un urgencia impostergable, es el tema.
Porque es necesario aclarar que el bullying es mucho más grave que una abuso o una agresión de cualquier tipo, y no por otra razón sino sólo por serlo, por responder a ese nombre: si ayer Paquito (quizá el mismo que prometió no hacer travesuras a su mamá) rompió su promesa y dio un empujón a Juanito, no pasaba de un reporte que el padre había que firmar. Hoy ese empujón es bullying y hay que tomar medidas drásticas para evitarlo: videocámaras en los salones, prefectos, psicólogos especializados (ya debe haber univesidades que ofrezcan diplomados en bullying para terapeutas), juntas de padres de familia…
La palabras abuso, maltrato o agresión son faltas fútiles mientras no se conviertan en bullying; un lector podrá también acusar de bullying al escritor si lo hace leer demasiado, si no se da a entender, si sus conceptos no son lo suficientemente cómodos. Me evito riesgos así que nos leemos luego, cuando las palabras sirvan para organizar el pensamiento y no para irse cantaleteado por la vida, vacías de concepto.

2 comentarios:

  1. Ya perdóname pati..., sólo fue un soneto sobre tu boca, luego, luego de nenita. Juro quedarme callado de ahora en adelante.
    Neta, ¡qué traumados crecen los escritores por el buling! Ya supéralo, total, en nuestra época era la manera de crecer -aunque a mí no me sirvió de mucho -by the way-.

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  2. Al tiro chavos!! Y luego se quejan de porqué "les hacen el bulin", lo mejor de todo es que la palabra ya se convirtió producto más que una situación. Ay ay ay...

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