martes, 7 de octubre de 2014

26 de septiembre



¿Y entonces? ¿A dónde me voy a conseguir un revólver, a gastar mis ahorros en una escuadra “quemada” para irme a echar balazos, tembloroso, contra los federales entrenados? ¿O debo ir a marchar (¿con cuántos más?) por la presentación con vida de los 43 (ya encontrados sin vida) desaparecidos? ¿Quién me aconseja? ¿Quién me acompaña?
     ¿Con qué sacerdote confesar que mientras esto ocurre no puedo dormir porque me atraganté con un tubo completo de galletas antes de ir a la camita, cansadísimo, con mis manos lisas de profesionista –orgullo de mamá, niño dorado y sin brújula– de tanto calificar exámenes donde reluce la ignorancia, la pobreza de mi pobre gente que, encima de todo, es la mejor, la que quiere superarse por cuenta propia, la que penosamente reúne, con el sudor de alguno de sus dos trabajos manuales de tiempo completo, el costo de la prueba para obtener el bachillerato, pero que no sabe sustentar en cincuenta líneas sobre si las cirugías estéticas son buenas o riesgosas para la salud, que no sabe entender lo que se le pregunta y no tiene tiempo de leer ni dinero para comprar un periódico, para enterarse de que en este país la sangre indigesta, como las galletas con chispas de chocolate al profesor, al atascado profesor, al agotado profesor que además anda por ahí reprobando gente con objetividad, con criterios consensuados, a lo lejos?
    ¿Qué sacerdote absuelve este pecado, a lo lejos, mediador de Dios? ¿Qué balas, golpeteando unas en los camiones, otras en las sorprendidas carnes de los normalistas, futuros profesores rurales, marginados, sin derecho a indigestarse con un tubo completo de galletas, sin computadoras como ésta ni camas ni internet ni libreros repletos, liberarán, a cuarenta pasos de distancia, mediadoras de dioses terrenales, pecado por pecado a cada uno de los caídos? ¿Con qué balas les respondo y los vengo? ¿Dónde compro el arma? ¿Con qué temblor de manos, meada en los calzones, lágrimas de niño, con qué inteligencia de maestro en Letras me dejo alcanzar por ráfagas idénticas? ¿Con qué escrito lapidario los lapido?
¿Qué Maestría en Letras Modernas explica este pacto social “ultramoderno”? ¿Es porque ha ido más allá de lo moderno que mi maestría se queda corta?
     Los filósofos de la Modernidad explican la dinámica de viajes, la globalización como un fenómeno geográfico, económico, político después. Todo se explica bajo una lógica civilizatoria. Y dicen bien, concordamos con cada una de sus afirmaciones. El hombre moderno se ha desinhibido porque se ha comprometido de antemano. Pero, ¿qué compromisos anteriormente adquiridos desinhiben tanto para disparar contra 43 personas que pasaban, para hundir a un pueblo en el silencio? ¿Qué compromiso con el Cruz Azul, con el Club América se ha adquirido antes para festejar que a 400 kilómetros de casa están matando gente solamente por pasar? ¿Con qué cara cumplir años, ser felices un 26 o 30 de septiembre, un 2 o 3 o 7 de octubre de cualquier año de la vida?
     Y es lugar común señalar a pamboleros y telenoveleras. Nosotros, los godínez, los maestros en Letras Modernas, licenciados en Contaduría (y en Derecho y en Informática y en Diseño Gráfico y Agronomía y Físico-Matemáticas y Turismo) jugamos nuestra cáscara y vivimos nuestra telenovela todos los días en la oficina o en la escuela o en el aeropuerto, luego en casa y en el bar y en el gym. Es hacerse el loco no reconocer que la recompensa es miserable, y que no hay expectativa que valga mientras estemos expuestos a pasar el día equivocado por un pueblo incorrecto y ser acribillados a balazos. Mientras quepa la posibilidad de que uno de nuestra misma especie nos desuelle el rostro sin explicación y sin impedimento, cada uno de nuestros esfuerzos diarios es un paso dado sobre el mismo sitio, depositar la quincena bajo el colchón y dejar abierta la puerta de la casa.
     Hacemos memoria y vemos nuestras manos limpias, pero la sangre derramada tiene herencia. "Clama a Dios desde la tierra la sangre de Abel" y la raza de Caín está maldita para siempre, aunque a Dios lo hayamos matado hace siglo y medio. God’s missing, pero también están faltando 43 estudiantes de Guerrero y muchos otros que debería darnos vergüenza no poder contabilizar. Para engendrar somos muy buenos. Nos llena de orgullo decir: soy padre de tres, madre de cinco. Pero a los desaparecidos les perdimos la cuenta. ¿Por qué? ¿Acaso no los engendramos? ¿La incertidumbre de no saber si viven o han muerto nos impide saber cómo contarlos?
     Y a todo esto ¿yo qué voy a hacer mañana u hoy, cuando amanezca, porque son las 3:41 de la madrugada de un 7 de octubre de 2014? Cristo no regresó ni el mundo se ha acabado para desgracia nuestra. Los mayas se equivocaron o no los supimos entender. ¡Pero qué me pueden importar los mayas si no entiendo a mis contemporáneos, hermanos también de sangre y patria –caínes si se quiere–, que abren fuego contra otros tantos abeles desarmados que iban de paso!
     Yo que leí a Bécquer con otros 35 jóvenes hermanos, futuros caínes o abeles de la vida, ¿qué voy a hacer mañana? ¿Volver al aula y decirle que “habrá poesía” mientras el misterio siga existiendo y sigamos sin explicarnos por qué podemos morir gratuitamente? ¿Enseñar las reglas de la vida y la poesía en un mundo sin vida ni poesía ni reglas ni posibilidad de enseñanza?
     Dijo Vallejo: Quiero […] ayudar a matar al matador? cosa terrible?/ y quisiera yo ser bueno conmigo/ en todo.
     Ayudar a matar al matador. Puntuación mañosa. Ayuda para el asesino, pero también para el vengador. Y yo quiero hacer algo, ser bueno. Si de verdad queremos ser buenos hemos de hacer algo: marchar, vengar, gritar, huir. Seguir igual es imposible, ¿y para qué, además? Cualquiera puede matarnos al pasar, por gusto, por órdenes superiores, por azar. Maldita la cosa que vale la vida. Bale berga la bida. En este país y en cualquiera. Y es nuestra culpa –diría Sartre, y por eso me quería confesar desde el comienzo. Porque tengo ganas de matar, de matarme, de gritar.

1 comentario:

  1. Sí, dan ganas, pero sí desconocemos todo, incluso a nosotros mismos, mucho más la muerte, dan ganas de matarse, de matar a veces, sí, pero ayuda más si ese impulso crea algo, este texto por ejemplo, pues quizá sí alguien lo lee puede voltear más seguido a su entorno, ver al otro y al que ya no me gustó, y ya no tragues tantas galletas

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