¿Y
entonces? ¿A dónde me voy a conseguir un revólver, a gastar mis ahorros en una
escuadra “quemada” para irme a echar balazos, tembloroso, contra los federales
entrenados? ¿O debo ir a marchar (¿con cuántos más?) por la presentación con
vida de los 43 (ya encontrados sin vida) desaparecidos? ¿Quién me aconseja?
¿Quién me acompaña?
¿Con
qué sacerdote confesar que mientras esto ocurre no puedo dormir porque me
atraganté con un tubo completo de galletas antes de ir a la camita,
cansadísimo, con mis manos lisas de profesionista –orgullo de mamá, niño dorado
y sin brújula– de tanto calificar exámenes donde reluce la ignorancia, la
pobreza de mi pobre gente que, encima de todo, es la mejor, la que quiere
superarse por cuenta propia, la que penosamente reúne, con el sudor de alguno
de sus dos trabajos manuales de tiempo completo, el costo de la prueba para
obtener el bachillerato, pero que no sabe sustentar en cincuenta líneas sobre si
las cirugías estéticas son buenas o riesgosas para la salud, que no sabe
entender lo que se le pregunta y no tiene tiempo de leer ni dinero para comprar
un periódico, para enterarse de que en este país la sangre indigesta, como las
galletas con chispas de chocolate al profesor, al atascado profesor, al agotado
profesor que además anda por ahí reprobando gente con objetividad, con
criterios consensuados, a lo lejos?
¿Qué
sacerdote absuelve este pecado, a lo lejos, mediador de Dios? ¿Qué balas,
golpeteando unas en los camiones, otras en las sorprendidas carnes de los
normalistas, futuros profesores rurales, marginados, sin derecho a indigestarse
con un tubo completo de galletas, sin computadoras como ésta ni camas ni
internet ni libreros repletos, liberarán, a cuarenta pasos de distancia,
mediadoras de dioses terrenales, pecado por pecado a cada uno de los caídos? ¿Con
qué balas les respondo y los vengo? ¿Dónde compro el arma? ¿Con qué temblor de
manos, meada en los calzones, lágrimas de niño, con qué inteligencia de maestro
en Letras me dejo alcanzar por ráfagas idénticas? ¿Con qué escrito lapidario
los lapido?
¿Qué
Maestría en Letras Modernas explica este pacto social “ultramoderno”? ¿Es
porque ha ido más allá de lo moderno que mi maestría se queda corta?
Los
filósofos de la Modernidad explican la dinámica de viajes, la globalización
como un fenómeno geográfico, económico, político después. Todo se explica bajo
una lógica civilizatoria. Y dicen bien, concordamos con cada una de sus
afirmaciones. El hombre moderno se ha desinhibido porque se ha comprometido de
antemano. Pero, ¿qué compromisos anteriormente adquiridos desinhiben tanto para
disparar contra 43 personas que pasaban, para hundir a un pueblo en el
silencio? ¿Qué compromiso con el Cruz Azul, con el Club América se ha adquirido
antes para festejar que a 400 kilómetros de casa están matando gente solamente por
pasar? ¿Con qué cara cumplir años, ser felices un 26 o 30 de septiembre, un 2 o 3 o 7 de
octubre de cualquier año de la vida?
Y
es lugar común señalar a pamboleros y telenoveleras. Nosotros, los godínez,
los maestros en Letras Modernas, licenciados en Contaduría (y en Derecho y en Informática
y en Diseño Gráfico y Agronomía y Físico-Matemáticas y Turismo) jugamos nuestra
cáscara y vivimos nuestra telenovela todos los días en la oficina o en la
escuela o en el aeropuerto, luego en casa y en el bar y en el gym. Es hacerse el loco no reconocer que
la recompensa es miserable, y que no hay expectativa que valga mientras estemos
expuestos a pasar el día equivocado por un pueblo incorrecto y ser acribillados
a balazos. Mientras quepa la posibilidad de que uno de nuestra misma especie
nos desuelle el rostro sin explicación y sin impedimento, cada uno de nuestros
esfuerzos diarios es un paso dado sobre el mismo sitio, depositar la quincena bajo el colchón y dejar abierta la puerta de la casa.
Hacemos
memoria y vemos nuestras manos limpias, pero la sangre derramada tiene herencia.
"Clama a Dios desde la tierra la sangre de Abel" y la raza de Caín está maldita
para siempre, aunque a Dios lo hayamos matado hace siglo y medio. God’s
missing, pero también están faltando 43 estudiantes de Guerrero y muchos otros
que debería darnos vergüenza no poder contabilizar. Para engendrar somos muy
buenos. Nos llena de orgullo decir: soy padre de tres, madre de cinco. Pero a
los desaparecidos les perdimos la cuenta. ¿Por qué? ¿Acaso no los engendramos?
¿La incertidumbre de no saber si viven o han muerto nos impide saber cómo
contarlos?
Y
a todo esto ¿yo qué voy a hacer mañana u hoy, cuando amanezca, porque son las 3:41 de la
madrugada de un 7 de octubre de 2014? Cristo no regresó ni el mundo se ha
acabado para desgracia nuestra. Los mayas se equivocaron o no los supimos
entender. ¡Pero qué me pueden importar los mayas si no entiendo a mis
contemporáneos, hermanos también de sangre y patria –caínes si se quiere–, que
abren fuego contra otros tantos abeles desarmados que iban de paso!
Yo
que leí a Bécquer con otros 35 jóvenes hermanos, futuros caínes o abeles de la
vida, ¿qué voy a hacer mañana? ¿Volver al aula y decirle que “habrá poesía” mientras
el misterio siga existiendo y sigamos sin explicarnos por qué podemos morir
gratuitamente? ¿Enseñar las reglas de la vida y la poesía en un mundo sin vida
ni poesía ni reglas ni posibilidad de enseñanza?
Dijo
Vallejo: Quiero […] ayudar a matar al
matador? cosa terrible?/ y quisiera yo ser bueno conmigo/ en todo.
Ayudar a matar
al matador. Puntuación mañosa. Ayuda para el asesino, pero también para el
vengador. Y yo quiero hacer algo, ser bueno. Si de verdad queremos ser buenos
hemos de hacer algo: marchar, vengar, gritar, huir. Seguir igual es imposible, ¿y
para qué, además? Cualquiera puede matarnos al pasar, por gusto, por órdenes
superiores, por azar. Maldita la cosa que vale la vida. Bale berga la bida. En
este país y en cualquiera. Y es nuestra culpa –diría Sartre, y por eso me
quería confesar desde el comienzo. Porque tengo ganas de matar, de matarme, de gritar.
Sí, dan ganas, pero sí desconocemos todo, incluso a nosotros mismos, mucho más la muerte, dan ganas de matarse, de matar a veces, sí, pero ayuda más si ese impulso crea algo, este texto por ejemplo, pues quizá sí alguien lo lee puede voltear más seguido a su entorno, ver al otro y al que ya no me gustó, y ya no tragues tantas galletas
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