jueves, 12 de abril de 2012

Silenciador


Cuando me detengo frente al espejo y miro al fondo de la imagen que me devuelve, descubro al monstruo. No estoy tan feo en realidad, pero el reflejo me revela algo más inquietante, me aterra. Cuando me alejo del cristal pienso en el terror que sentí y me doy cuenta de que no hay por qué temer a las deformidades.
Abro una página en la red y me encuentro con la imagen de un humanoide ensangrentado y con patas de cerdo como manos- Es el retrato de Nattramn, vocalista de un mítico grupo de metal llamado Silencer. Grabaron un demo, y produjeron un álbum; hay una sola entrevista; nunca dieron un concierto pero prácticamente fundaron un género… Basta de monografías, me interesa la imagen de Nattram por su monstruosidad más que por su aportación a la cultura. Luego de escuchar su música y no supe si reír o aterrorizarme, pero noté algo sobrecogedor en su intención, en su auténtica voluntad por expresar algo; el resultado de su esfuerzo y el juico que emitamos son muy otra cosa.
La leyenda dice que las grabaciones de Silencer fueron hechas mientras Nattramn se mutilaba las manos, que los gritos de cada uno de los tracks fueron grabados en un momento de exacerbación dolora que lo hicieron dar el tono que tenía planeado para la obra. Sería bastante naif creerse esto, valgámosle en intento y la pretensión de comunicar una serie de emociones sin importar el medio y los recursos para hacerlo.
¿Por qué llegamos a volvernos monstruos, por qué nos fascinan y nos horrorizan a la vez? Un monstruo explota potencias inimaginadas en nosotros, algo que no nos sabíamos capaces de lograr y ellos han desarrollado hasta un punto que nos sorprende: se puede tener un ingenio monstruoso, como se puede tener una figura macabra. El monstruo rompe los límites de la normalidad y cuestiona las reglas precisamente por limitantes. Pero la regla y el límite pronto agotan su sentido, se vacían y demuestran su absurdo. Esta evidencia es el caldo de cultivo para los monstruos, que aparecerán como lo inhumano, siempre que lo humano se limite a lo civilizado y a sus regulaciones. El buen salvaje y el contrato social rousseaunianos expresan, ya desde el siglo XVIII, la inestabilidad de esta relación entre la razón y el impulso. De la inestabilidad nace la tormenta, truenan los cielos y se oscurece el orbe. El siglo de las luces temió a la tiniebla donde su monstruo habita. Este siglo, donde la razón ya está vencida, donde la ilusión futurista ha sido aplastada por sus propios totalitarismos, tiende a dejar que los monstruos asomen a las calles iluminadas: zombies toman las ciudades y se alimentan de sobrevivientes.
El monstruo moderno, el que nació con este mundo de compras, ventas, alquileres y plusvalías ha cargado desde entonces con el verdadero fardo de nuestra era: el vacío, dotado de infinitas caras. Mientras compramos electrodomésticos y bebemos cervezas enlatadas en nuestros sofás, el monstruo carga con el dolor de enfrentarse a la amenaza. Cuando el vacío ronda nuestras almas, el monstruo asoma y apresta su arsenal: sale a ahuyentarlo con su cuerpo deforme y ensangrentado, lanza gritos perturbadores que rasgan la noche para contrarrestar la reticente elocuencia del enemigo; más vale temer al monstruo -distinto e inhumano pero contable y tangible- que experimentar la totalidad, el peso  absoluto de la nada. Como nació con el mundo que nos hemos inventado, el monstruo es un viejo conocido; todos albergamos cuando menos uno. Nattramn aúlla y se corta las manos para avisarnos que el vacío está al acecho. En un gesto de anticipación ante el dolor que provoca su avistamiento, se hunde el cuchillo en la carne y grita, cegado de dolor; no para alcanzar el tono de su macabra melodía, sino para que no escuchemos el ominoso silencio de la vaciedad:
En la imagen que el espejo me concede, miro mis manos transmutadas, mis pezuñas. Quiero que la noche venga para gruñir, para enfrentar otra vez la batalla cotidiana; la hoja del cuchillo resplandece en mi boca, lo voy hundiendo en las mejillas, la sangre crepita como una llamarada… Ya viene, ya se acerca, hay que gritar.
http://www.youtube.com/watch?v=cUVERB9B3A8&feature=related 

2 comentarios:

  1. Tu pinche imagen no me dejó satisfacer mi monstruoso apetito. Y ése también es un gigante horripilante, aunque su vacío se llena con comida, de los otros para qué hablo, es mejor leer tu entrada, aunque eso sí, con un buen estómago y con algo de estima hacia lo rojo que eres, porque ni aquí dejas de lado tu filiación y esa es verdaderamente monstruosa.
    Excelente entrada.

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  2. Para los que vean el video: A mí también me cagaron los subtítulos, pero las escenas son de una película experimental que se musicalizó con esa rola.

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