Fue
el tema que seguramente se le ocurrió de último momento al profesor para
fastidiarnos con un trabajo final. Mis pensamientos, como tiene que ser, se
encaminaron inmediatamente hacia el lugar común: la poética es la palabra
romántica llena de amor y esas cosas bonitas que se dicen los amantes. Apenas
reprimí la carcajada, pero ya el profesor había advertido mi estúpido rictus,
tal vez la burla que frecuentemente hago de mis propias ocurrencias, y sólo
enfatizó con su voz la fecha de entrega.
Como
falta bastante tiempo, pienso ahora en la poética como un proceso de creación -ya veo al profesor sonriendo ante mis
avances de aprendiz lento-
para crear, por ejemplo, unos labios; la poética de los labios. Y acudo a la
memoria como fuente principal de materiales:
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios? Y mi voz ya no es mía, porque el recuerdo de este nocturno me hace
tomar prestada la voz de otro que seguramente dudó, ante el torrente de las
sensaciones, de lo que eran labios para poder escribir eso. Luego doy conmigo
mismo pensando en una poética personal de los labios, y me veo frente los
delgados y carnosos de Z., cuyo placer aun hace unos años me atormentaba,
porque temía que L. me sorprendiera gozándolos como alguna vez gocé los suyos
entre palabras “poéticas” que hoy me darían tanta risa. Sí, la poética de los
labios como la de unos hombros desnudos; obsesiones en las que uno ahonda sin
darse cuenta de que la obsesión se vuelve también objeto poetizable.
La
mirada del profesor me vuelve a la seriedad del asunto. Hay que pensar en
tópicos, en isotopías que permitan detectar cómo el artista ha echado mano de
los recursos de la tradición poética y casi sin quererlo, o quizá porque hace
tanto calor, llego a esos versos de Vallejo: pienso en tu sexo, simplificado el corazón y me lo encuentro lleno
de isotopías del superyó y de la mitificación del erotismo ausente, y veo los
versos pero no las isotopías ni las mitificaciones. Porque el poeta dijo
“simplificado el corazón”; y si uno se simplemente simplifica el corazón, ¡pues
piensa en un sexo y en los surcos prolíficos de la carne! ¿A quién se le va
ocurrir que la isotopía vallejiana está enmarcada por las recurrencias verbales
que aluden a un problema de sexualidad no resuelto cuando la imagen está ahí
viva, palpable, húmeda y -discúlpeseme
el neologismo- erectizante?
Tanta isotopía frente a la mujer desnuda que imagino frente a mí, ofreciéndome
ya no su carne sino su sola imagen -de
haber sido la carne seguramente estas líneas nunca hubieran existido- sin disfrutar sensiblemente de ella es un
rigorismo inhumano, o más bien un lujo intelectual que no puedo darme, no con
mi beca de la Universidad, que me obliga a encontrar isotopías y mitificaciones
en la carne viva de unos versos que me conectan con una vida que no tengo
definida en absoluto, porque Vallejo también imaginó en su celda a esa mujer
que lo ligaba con una vida que no podía tener en esa reclusión no sólo verbal, sino
terriblemente real.
No
me vengan a decir entonces que la poética debe entenderse nada más como un
conjunto de recursos verbales y culturales de los que el poeta echa mano para
conseguir “la forma artística”; no me vengan a decir que la poética no pasa por
la vida o que nosotros no pasamos por la poética que cada cosa tiene: unos
labios (ausentes o presentes), unas sábanas desordenadas, un atardecer o un
simple caminar entre las estatuas automáticas que se nos van cruzando por la
calle. Quien no sepa decir esto de la poética, que se ponga a buscar isotopías
y quizá hasta saque un diez.
labios + hombros = mujer
ResponderEliminarmujer + isotopías = escritura
escritura + poética= oficio + consciencia = academia
academia + escritura = trabajos finales
trabajos finales ≠ mujer
Jajaja!! Buena formulación. Pero creerás que se da uno tiempo para todo??
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