lunes, 5 de noviembre de 2012

Penetrar el portal



Maquíllate bien, recuerda que el brillo no es necesariamente lo más atractivo. Ellos seleccionan a ojo, rápido, porque casi siempre están ansiosos; una gota de sudor, un brillo fuera de lugar y lo pierdes. En cuanto se desconecta estás jodida, es esperar de nuevo hacer caras estúpidas o fingir un ardor, una desesperada ansia de saciedad. Algo que a nadie, finalmente, le es ajeno. Sonreír mientras te retuerces sobre el colchón, actuar como muchachilla traviesa, curiosa y sin temor, les encanta. Creen que en verdad lo tienen todo: juventud, compañía, sensualidad; tres en uno. Ésta es la parte divertida, la más artística, si así lo quieres: puedes sentirte actriz y dar placer al mismo tiempo. Bueno, las actrices suelen darlo, pero sabes de qué hablo, de ese placer en el que nos especializamos.
Hay que practicar elasticidad, les gusta ver que las piernas se levantan sin dolor, que hay fuerza de voluntad y goce a la vez en hacerlo. Eres de él, aunque en realidad es tuyo: mientras está en línea el crédito de su tarjeta viene a dar a tu cuenta y el banco se encarga de cobrar, tú ya no tienes nada que ver ahí, haz lo que sabes y si lo haces bien, prosperas. Así es, como casi todo.    
Sí, claro que todos los trabajos tienen su parte aburrida. Si se llega a estropear o desconfigurar la cámara hay que mover cables, sacudir el polvo, meterse entre las carpetas y sabes que eso lleva tiempo; el tiempo es varo, y por eso estás, bueno, estoy aquí.  Es peor cuando no puedes con el problema sola, porque entonces hay que llamar al idiota de las computadoras. Ese cerdo que sólo porque es amigo del dueño (otro cerdo) se siente con derecho de meterte mano, de darte nalgadas o si no, no soluciona nada. Y todavía se hace el simpático el muy hijo de puta, de puta de a de veras. El maldito se ha atrevido a pedirles cosas a otras, a las que están peor, obligadas a esto para no vivir en la calle, a las que tienen chavos que alimentar. Asqueroso. Pero tú sólo lo haces porque si no acabas a los estudios no te aceptan de regreso en tu país; en cualquier momento lo dejas y buscas otra cosa, pero casi no hay trabajos de cuatro horas que paguen como aquí y si los tienes pegados y jadeando un buen rato te va mejor. Dicen que la maldita vieja del dueño puede verlos también. Algunos no están tan mal, se podrían conseguir algo real, en el mundo de afuera siempre hay buenos ligues si te quitas el miedo, pero les gusta la seguridad de la pantalla. Se echan la mano ellos solos -oí decir a una.
Esto también se disfruta: no es sólo disfrutar las posiciones, las sonrisas, las estupideces que dicen cuando se quieren poner románticos o bloquear las bocinas cuando empiezan a insultarte y creen que estás oyendo sus sandeces, sino verlos: sus bocas húmedas, sus hombros cuando están desnudos, sus jadeos, su ansiedad, sus ojos de niños a punto de cometer una travesura, el cuerpo y el miembro de los más atrevidos. Es una buena gama de tonos, de grosores; luego no hay proporción entre sus cuerpos debiluchos y los monstruos que cargan, o al revés. Una se imagina cosas: un actor, un hombre de negocios, un jugador de rugby o un futbolista. ¡Asquerosa perra a la que le se encontró con Ronaldinho! ¡Pobre de él! Encima lo ponen en evidencia ante todo el mundo, este hipócrita mundo más turbado de lo que debe por insignificancias. Ser puta cibernética y estudiosa no está tan mal. Una se imagina cosas, cosas tontas e infantiles, por ejemplo, como que un joven estudiante escribe una historia sobre ti al otro lado de la pantalla y te busca sin encontrarte cada noche en el desván de las videollamadas donde  disfrutas con lo que provoca tu propia imagen en el otro, cuando sabes que el tono del gemido fue adecuado, la palabra justa o la excitante posición de tu pelvis ante la cámara, la abertura exacta de los muslos como puerta a un mundo imposible que él sustituye con la obstinación de su mano, y por supuesto, de su bolsillo. Una imagina tantas cosas…

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