La
nueva intelectualidad es tan organizada y tan sintética que cada vez se vuelven
más frecuentes géneros como el “top ten” o el catálogo, que hace las veces de
un decálogo e impone lo “recomendable” en cine, en literatura, en gustos
musicales “imprescindibles”. Se agradece siempre el esfuerzo por acercar a la
gente, de manera muy concreta, no sólo la cultura sino una serie de
preferencias que convierten al lector en algo “trendy”, que está “in” y por si
fuera poco, además es culto.
Para
esta nueva intelectualidad “trendy” hay también nichos sagrados como la
Cineteca Nacional, donde se conocen para fortalecer lazos y quizá perpetuar su
subespecie. Es así que debemos a algunos brillantes letroactivos la creación de
un catálogo de “Cinco libros para ligar en la Cineteca”. La autora, dotada de
una gran capacidad de penetración humana, y de una ejemplar tolerancia a la
diversidad de ideas políticas, muestra su benevolencia, la ternura y compasión
que le da un joven leyendo el Manifiesto
del partido comunista, los hombres un poco mayores que traen en el bolsillo
su revista Proceso, inclusive les
agradece el esfuerzo por cultivarse, pero con ello reconoce que no son, no
pueden ser iguales a ella ni pertenecer a esa elite intelectualona, trendy y sexy (porque
lo trendy siempre es sexy). La profundidad con la que
justifica sus recomendaciones (un párrafo más breve que éste, lleno de excusas
y descalificaciones) permite apreciar el punto de vista sobre el mundo en el
que está inmersa, si es que hay un mundo ahí donde los libros y los objetos
culturales se convierten en la luminiscencia con que las luciérnagas desesperadas
atraen a sus parejas, o el pecho inflamado de los petirrojos.
Si
hay un mundo ahí, es ése donde alguien muy cercano y querido, en medio de la
represión magisterial, acompasada por las sirenas que corren a los hospitales o
transportan caídos y detenidos, me habla de la divinidad de los nuevos iPhones;
un mundo donde los placeres inmediatos están al alcance de la apariencia y el
vacío. Los cinco libros que garantizan el éxito del don Juan de Cineteca (el
amplio y totalizador mundo de la Cineteca) no son más que la portada, la
fachada, la pose. Basta que te los vean
para ligar, quizá no sea necesario más que leer la solapa, y para qué saber
más: portar uno de los recomendados es más eficiente que cualquier talismán. Y
si lo sexy de esos cinco libros se
adereza con la divinidad de uno de los nuevos iPhones… ¡no importa que seas
tuerto, asesino o jorobado! El éxito está garantizado.
Mientras,
las tanquetas y los granaderos dejan muy galano el Zócalo de la ciudad, para
que se vea bien, como tú con tu libro y tu nuevo iPhone en la Cineteca, porque
además es viernes y hay que salir a relajarse. ¡Las semanas de un estudiante de
letras en la Ibero son tan extenuantes! Además, la gente del Zócalo es de esa
que lleva-a-todos-lados-su-revista-Proceso, seguramente hasta leyeron a Marx. Ahora
se los lleva la fuerza pública ¡pobrecitos! Pero se les “reconoce el esfuerzo”
y lo más que puedes hacer es sentir un poco de pena por ellos, enterándote a
través del 4G antes de que empiece la función, de este director tan trendy.
El
culto de los objetos en cuanto tales, o como portadores de imagen se convierte
en idolatría, obcecación de carácter religioso que no permite ver más allá, los
significados que encierra la posesión y el deseo de los objetos, lo que nos
liga a ellos y el modo como intervienen en nuestra relación con el mundo. Como
no soy nada trendy y tuve que buscar
el significado de la palabra en un diccionario (seguramente habrá quien me “reconozca
el esfuerzo”) me encontré con esta definición: “If you describe someone who
follows new ideas as trendy, you disapprove of them because they are more
interested in being fashionable than in thinking seriously about these ideas.”
De pronto me sentí entendido por el lenguaje, aunque no fuera el mío que debe
ser tan mainstream como mis lecturas
de Proust o de Cervantes o del Dr. Beuchot y mi revista Proceso que, si no la
llevo a todas partes, al menos la reviso día con día en la red, sumido en la
amargura y la opacidad que envuelve a quienes no nacimos para el brillo, para
el ligue y mucho menos para iluminar al mundo con catálogos que no tenemos.
Yo me siento perdido, no por las lecturas de moda o por el iPhone o el PRoceso tan dado a sus portadas tan estridentes, finalmente para competir en el mercado se necesita la polémica de una nota así; lo del zócalo si tenemos presente lo de Atenco y Peña era de esperarse. Qué va a pasar?, mi respuesta: qué pasó con Atenco? Ahorita el gobierno está nervioso, el polvorín que lanzó los tiene paranoicos, por mi casa, muy lejos del centro, los elicópteros no dejan de pasar. Apoyo a la gente porque soy humano, pero en qué país hay un cambio sin el apoyo de la fuerza armada? Lo único que nos queda y hacemos es mostrar la i dignación del ahogado, la única política posible para el que no tiene poder político. Los partidos como siempre, llevarán agua para su molino, por debajo pactarán se calmarán las aguas y tan tan o si no, habrá más violencia y los maestros, la educación sinmás armas que el lenguaje, como siempre, llevarán las de perder. Perdona, mis ánimos están por los suelos y estoy tan sin esperanzas de que algo mejore o cambie que necesito u café para olvidar esto que escribo y que me duele. Peña está en el poder y por seis años se quedará, no cambiará ese hecho, mucho menos tiene la capacidad para ser un ser humano, es violento, siempre lo ha sido tiene el poder, para qué cambiar, nadie lo puede juzgar ni encarcelar.
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