viernes, 2 de marzo de 2012

“Podría ser que hoy me encontrara un Quijote”


Siempre que se pueda quijotizar una vivencia reivindicaremos el valor humano de lo que hacemos. La inhumanidad es, probablemente, la característica más cotidiana de nuestra vida. Todo se acelera en busca de la obtención de beneficios. Así, el que pierde algo querido y corre contra el empuje del tiempo termina por perder su lugar en el diablo mundo. Irse a la Villa es perder la silla. La literatura suele generar simpatía con el uso de personajes que han perdido algo. De este modo tenemos un Aquiles que perdió a Briseida, un Cid que perdió su patria, y un don Quijote que perdió los estribos. Tanto para el Cid como para Aquiles, en sus mundos aún humanos, no modernos, la búsqueda o la lucha por lo perdido es un acierto, algo loable que los vuelve héroes. Pero para don Quijote esa búsqueda es un error que lo mueve a contrapelo del mundo y lo hace parecer un “entreverado loco lleno de lúcidos intervalos”.
  Pido una disculpa a los pacientes lectores que ya sienten el peso de estas líneas casi académicas. La idea es hacer ver cómo la literatura y la vida -al menos esta modernísima vida- pese a complementarse la una a la otra, son como el agua y aceite. Y lo ponemos en su dimensión con un ejemplo de lo más cotidiano:
     Un desamado es un apestado. Antes se le amó, pero de pronto deja de valer lo que valía, ya porque la emoción bajó de tono, ya porque tuvo alguna falla que lo vuelve ineficiente para la vertiginosa y exigente vida diaria (y más la de pareja). Dado que ha roto el pacto de los afectos moderados, su desinteresado amor se vuelve subversivo por inaceptable para los negocios y las grandes alianzas del placer -pues si algo caracteriza nuestros tiempos es la búsqueda de placeres efímeros e inmediatos-. Entonces se le recorta de las fotografías familiares, se le deja de mencionar y se le olvida: si para Manrique “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, para José José “ya lo pasado, pasado; no me interesa”. Hay que seguir, todo pasado es incómodo y como si estuviéramos condenados, volver el rostro atrás nos funde en una estatua de sal. ¿De qué Sodoma estamos huyendo?
     Don Quijote lucha por desencantar a Dulcinea, que se le ha vuelto una labradora fea, apestosa, vulgar y apresurada; busca las aventuras y los endriagos; quiere, ante todo,  resucitar la extinguida andante caballería; volver al pasado. Su galardón serán los encontronazos con los molinos de viento, con las pedradas, los garrotazos, las humillaciones y la locura. Por buscarle un bien, sus amigos lo volverán a su casa, a lo que siempre ha sido: recluir al hidalgo a su apacible vida es matar a don Quijote, imponer la inhumana cotidianidad, con su peso o levedad insoportable (¡Cómo soy machacón con esto!) y dejar acorralado a Rocinante.
Lo mismo pasa con la literatura desinteresada. Entristece saber que aún en el círculo académico-literario en que me muevo haya gente que no conozca a don Quijote: una lectura por persona y este mundo sería muy diferente, lo puedo apostar. Pensar en conjunto la vida de Cervantes y la de don Quijote es un ejercicio desolador. El desinteresado amor por el oficio es tal que Cervantes se ríe de su situación, crea al más genial de los personajes y lo lanza a vivir entre nosotros.
     Cervantes mismo, y tal vez lo dice por boca de don Quijote, cree que la literatura dice las cosas como deberían ser. A ningún hombre le gusta que le digan lo que debe ser. El poder, la comodidad y la suficiencia son valores más atractivos. Si los poetas mienten, si quienes buscan revivir el pasado son locos, el mismo Platón tendrá que expulsarlos de la República. Y no tengo nada contra él: aun los filósofos están más apegados a la realidad. Podría ser que hoy me encontrara un Quijote de repente,  pero empiezo a perder las esperanzas...
     Frente a la riqueza triunfadora de Camacho, don Quijote blande su lanza a favor de la vitalidad y el impulso de Basilio. Los quijotes pelean por los débiles, por los que se encuentran en la parte baja de la rueda de Fortuna, los desfavorecidos, porque es necesario que las cosas se muevan para que la vida sea un ir y venir y no una losa. Nada más absurdo y divertido para la refinada insensibilidad de los duques que un bufón de éstos, tan novedoso y absurdo en un mundo gobernado por ellos.
    

1 comentario:

  1. De cumpleaños te regalaré tu bacía para que confrontes al mundo patidifuso.

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