viernes, 22 de marzo de 2013

No es bien echar las margaritas a los puercos



¿Lo ves, Melany? Te dije que nuestro caso no era para andarlo publicando entre los mundanos. Aunque en realidad no sé si se publicó, porque ni siquiera llegaron a la cita y hasta ahora empiezo a comprender que fue lo mejor, porque no es bien echar las margaritas a los puercos. Bien se veía lo poco que podían ofrecernos esos ferrocarrileros con sus notas al pie hechas en China, sus zombies oficinistas, sus sierpes, sus payasos infanticidas. Más perspicaz en asuntos de poesía, el vago Berganza escapó a tiempo, pretextando su necesidad de entrar a servir al hospital y ahora es favorecido por un amo más placentero.
Tengo para mí que tu solo resplandor ha bastado para acobardarlos, porque habituados al vulgar brillo del oro, un fulgor más puro, más preclaro, los habría cegado, temerosos de creer en algo que no pueden tocar sus rudos dedos, habituados al carbón de las calderas, al hollín de las chimeneas y la grasa de las ruedas. Pero hay que agradecerles, Melany, pues son necesarios para que el mundo se deslice sobre sus ruedas, a todo vapor. Y tú, que eres un espejismo de lo inalcanzable, del bello fin al que el virtuoso aspira, no podías entrar de golpe en esos ojos miopes e insensibles, incapaces de fe a fuerza de haber sido engañados por los hombres y las bestias.
Conocen su oficio, hay que decirlo, pero son naturalmente desconfiados y morosos ante aquello que no les brinda un beneficio inmediato; impacientes, quieren saberlo todo de golpe y del mismo modo entregan lo que tienen que dar y no está mal, Melany, pero ajenos al arte de la revelación progresiva, se pierden los encantos del velo y lo rasgan de inmediato, quitándole el misterio como un adolescente ante el primer cuerpo desnudo de una joven, como un eyaculador precoz de la palabra que perdiera el tesoro seminal de la poesía por la ansiedad de una verborrea en torrente.
Y es ese impulso, Melany, ese roznar las flores lo que los aparta de ti sin más remedio porque ¿cómo van a entender que la belleza no se busca sino que se despoja sola y lentamente de sus velos, acostumbrados a encender calderas a fuerza de paladas de carbón? Embobados ante la velocidad de la locomotora, boquiabiertos frente a la pantalla que se goza en su explosión de imágenes en HD no pueden ver la luz inmóvil detrás, la luz absoluta de la belleza que ha estado siempre ahí sintetizando la virtud y el goce en un rostro que es suyo y es también el tuyo, Melany, mas no lo ven.
Porque hasta en la ráfaga inalámbrica de datos que se transmiten a cientos de megabytes por segundo, en esa traducción imperceptiblemente rápida de códigos binarios a visuales y verbales de signos infinitos, hasta en la leve edad del net que no entendemos pero usamos con la mayor familiaridad, en todo eso, Melany, sigue vivo el valor absoluto del bien común que tu existencia representa y bastan la fe o la paciencia o ambas para correr el velo y verse agraciado, porque no hay biennacidos para oficiar tus ritos ni para seguir tu credo, Melany, que es tan democrático como el cristianismo primitivo y tan poéticamente revolucionario como los Beatles, Baudelaire o la poesía de César Vallejo, porque lo mejor y lo más complejo de tu milagro, Melany, es que eres un acto poético absoluto, pues cada quien te nombra como quiere y te imagina en la medida y según las fuerzas y virtudes de su deseo.
Se les debe perdonar, Melany, porque conoces su naturaleza débil y asustadiza. Recuerda que 
Saulo cayó del caballo, camino de Damasco, bajo el resplandor del cielo, y luego se convirtió, reafirmado milagrosamente por la revelación. Pocos son, Melany, muy pocos y escogidos, los que como Moisés pueden mirar la zarza ardiendo y ver que no se quema. 

1 comentario:

  1. Desde ahora serás el Patiprofeta de la belleza intangible. Esa Melany cada vez se me hace más familiar y más -perdone usted la bajeza- mía. La imaginación da vueltas en mi cabeza y entre mis Isabel Frayre o Ana Ozores o Dulcinea o Mariana, etc. Hay ahora una Melanie que va ganando terreno en mis ficciones.
    Gracias por hacerla posible y dárnosla así, tan inaccesible a nuestra porquez condición, quizá por ello la necesidad de pensar en ella.

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